miércoles, 18 de diciembre de 2013

Un técnico, otro discurso

Ido Farías, se acelera la exigencia de contar con un nuevo estratega. El triunvirato Páez-San Vicente-Saragó, parece dominar el escenario. La pretensión más allá de nuestro contexto con un técnico foráneo no cala, por lo visto, en  la cartera federativa. Es tiempo de reinventar, de cambiar la etiqueta o de un remake que se encontrará otra vez con un escenario, Rusia 2018,  más adverso y complicado del que pudo sortear el controversial sucreño.
De Páez nadie duda de su aporte, de su reinserción exitosa en la cosa doméstica con un Mineros que lo catapultó de vuelta. Un segundo mandato garantizaría un estilo, unas maneras que marcaron su manija y dieron vuelta de hoja a una historia de humillaciones. Hasta aquí tiene el crédito como para echar a un lado el pasado tormentoso que marcó la ruptura.
Queda esperar el discurso. Ya no el de vencer  las taras y complejos que hicieron mella en el futbolista nuestro. Tampoco la invocación de los valores patrios para resolver con actitud en la cancha, todo lo que  hemos dejado de hacer en la estructura. Eso de la bandera, el escudo, el color del uniforme, vale pero no juega, cuando hay otros actores, nuevas circunstancias, tipos en Rusia, Alemania, Francia, Inglaterra superprofesionalizados, conscientes de su status y de su misión , a quienes les resbalará cualquier perorata nacionalista.
El tema es si podrá Richard Páez, en un nuevo ejercicio, encontrar un destino cierto para el fútbol venezolano y entender esta hora en la que dispone de un arsenal como para intentar la batalla con las herramientas precisas para alcanzar la anhelada clasificación. La idea es que sea capaz de visualizar y acertar en la escogencia en medio de un amplio universo de candidateables –bueno es reconocerlo-,  que le dejó armado Farías. Y para matar prejuicios, su hijo Ricardo David, en el epicentro de aquellos injustos e indignos ataques,   ya  no será un problema.
Pero también se puede mirar más allá de Páez si se trata de buscar otro decorado. Lo de San Vicente  luce innegociable, aunque méritos sobran. El mismo guayanés se ha encargado de vender una relación turbia con la FVF, en la que hay elementos un poco velados que están más allá de lo que se puede interpretar públicamente. Como es Noel y no Nelson (Mandela) el pacto de paz es una utopía. “Chita” nada tiene de político y prefiere sembrar el hacha de la discordia.
Nadie con el lobby de Saragó. Tiene prensa,  marketing  y verso. La duda estriba en cuánto pudiera con su impulsividad y escénica, tener ascendencia sobre jugadores  con carreras redimensionadas en Europa, con una rica cultura táctica y mucho rodaje. Es un potencial técnico nacional, pero de allí a pensar que la selección de mayores es su espacio en este momento, supone  un enorme riesgo. Llegará su tiempo.
Si la naturaleza de las negociaciones abortara la designación de un venezolano, pudiera sugerirse un discurso que, siendo extranjero,  cale en nuestra idiosincrasia, nuestro carácter y la chequera de la FVF. Colombia lleva tres técnicos con Ecuador, Honduras y Costa Rica a Brasil 2014, aunque paradójicamente la dirige un argentino. Estrategas como Juan Carlos Osorio y Santiago “Sachi” Escobar, entre otros, pueden ser afines al proyecto y  poner a Venezuela a jugar  un fútbol de alto vuelo.
 Argentina también, sin la influencia de los apoderados y empresarios, siempre nos ofrecerá opciones interesantes, viables para proyectar a Venezuela a la gran empresa mundialista.
La Federación tiene la palabra…

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ÁREA DE PELIGRO: La cuota de importados

ÁREA DE PELIGRO: La cuota de importados: Hace pocos días el seleccionador nacional, César Farías, dejó en el ambiente la sugerencia. “Tres importados nada más para la próxima tempo...

miércoles, 5 de junio de 2013

La cuota de importados

Hace pocos días el seleccionador nacional, César Farías, dejó en el ambiente la sugerencia. “Tres importados nada más para la próxima temporada”, asomó a sabiendas de que su voz es casi un dictamen. El nuevo tiempo del jugador venezolano,  que ha ganado espacios, puede ser un elemento favorable para apretar el cupo (4) de los foráneos. También pudiera verse como una respuesta a la calidad de los invitados, producto de las limitaciones cambiarias y un poco a la falta de creatividad de nuestros equipos.
El hecho de que un jugador panameño del campeón Zamora, Gabriel Torres, haya sido la sensación goleadora del campeonato, y que su paisano, Rolando Escobar, apuntalara la buena performance del vice Anzoátegui, constituye un hecho curioso, digno de análisis. Los istmeños fueron la gran novedad, retribuyendo con creces una inversión que seguramente está muy por debajo de lo que representan los tradicionales mercados de Argentina, Uruguay y Brasil.
El tema monetario constituye una complicación en la perspectiva sureña donde abundan las carpetas de empresarios. Mirar hacia otras geografías, es parte de esa inventiva para conseguir fichas útiles, a pesar del poco cartel. Una vez ULA-Mérida trajo haitianos, Portuguesa mostró costarricenses, Caracas en un momento  se la jugó con mexicanos. En todo caso, la relación con los países de la Concacaf ha sido escasa desaprovechando una oferta de talento, que nos da con una piedra en los dientes cuando vemos destaques centroamericanos en las más prestigiosas  ligas de Europa, Estados Unidos y México.
 Colombia, por su vecindad, se ha convertido en un surtidor habitual del fútbol venezolano. Antes Venezuela fue una especie de cementerio en el que venían a quemar sus últimos cartuchos los jugadores neogranadinos. La apreciación cambió en el contexto de los equipos colombianos, que ahora conciben la pasantía por el fútbol “veneco” como un pasaje provechoso para jóvenes figuras, que pueden crecer en un balompié exigente en lo físico, quedarse si existe una buena tajada o retornar mejor armados.
Los casos recientes de los delanteros Jonathan Copete, en Vélez Sarfield,  y Carlos Bacca, el mejor de la Liga Belga,   son una de las tantas evidencias de ese valioso periplo.
La liga venezolana maneja una economía de guerra y es poco lo que puede hacer  para gozar de las preferencias de divisas para otros deportes profesionales como el baloncesto y el béisbol. Los dólares de los importados son parte del secreto sumarial de los presupuestos de nuestros equipos, que incluso comprometen montos en moneda extranjera de porciones de los sueldos de jugadores criollos. Estas limitaciones conspiran a la hora de ir a un mercado en el que los salarios de un buen fichaje puede rebasar cualquier estimación de un equipo de nuestro circuito.
En otros tiempos, en el que no había tantos empresarios ni existían videos, los jugadores llegaban a Venezuela por la vía de buenos aliados, gente que había pasado por aquí como entrenadores o jugadores y guardaban mucho agradecimiento al país. Llegaban elementos que tenían escuela de los mejores equipos de Brasil, Argentina y Uruguay, en un relación que no guarda ninguna similitud con estos tiempos. También arribaron fichas con un pasado grandioso, incluso mundialistas, que aunque cojeando dejaban  estela de su calidad. Jairzinho, Brito, Cafuringa, Nelinho,  Iguarán,  Perico León, Carrasco, Victorino, Letelier y unos cuantos más fueron una enciclopedia para los jugadores criollos.
En este momento, son los venezolanos, quienes a falta de esos referentes internacionales, asumen el protagonismo y el liderazgo. ¿Hemos mejorado?. Ciertamente, pero también se ha perdido ese contrapeso de la importación que no marca diferencia como debería ser.
La confianza y la fe en el elemento nativo apunta con esa sugerencia de Farías que seguro se convertirá en ley.
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sábado, 16 de febrero de 2013

¿Dónde están las putas en esta ciudad?


Suele decir un viejo amigo chileno, Fermín: “En el fútbol tengo a mis mejores amigos y a mis peores enemigos”. En mi caso, creo que los primeros son un ejército mucho mayor que la anti fuerza que representan los detractores. No es fácil salir bien librado en estos menesteres periodísticos del ejercicio de la crítica. En el camino quedan relaciones rotas y sanas intenciones truncadas. La buena fe no basta.
El fútbol nos ha permitido cosechar amigos y excelentes relaciones,  porque ha sido el vínculo con tantos hechos cotidianos, que termina involucrándose en cada paso de nuestra existencia. La clave está en asimilar a nuestros íntimos a esta religión que profesamos los adoradores obnubilados de la pelota, que no nos deja muchas veces ver más allá de nuestras narices.  Pensar que sólo es válida la redondez del mundo y que padres, novia,  mujer, hijos, amigos y todo ser humano en nuestro entorno tiene que calarse esta enfermiza pasión.
Cómo hacer posible que un partido de fútbol sea un motivo para sacar a nuestra tribu familiar de la rutina de sus días,  en un fin de semana o el asueto  que hace rato nos robó el balón.  Aprovechar la fecha del calendario en Puerto La Cruz y llevarlos a la playa. A Caracas para que suban al Avila. A los Carnavales de El Callao, por estos días.
De repente, este deporte tan gentil como artero, también nos coloca en el horizonte la oportunidad de establecer contactos maravillosos cuando viajamos a otros países, donde la arraigada cultura machista criolla se desborda en una interrogante una vez a la  llegada: “Dónde están las mujeres –digo “Putas”- en esta ciudad”. No digo más.
Ir al mercado público, subirse a un autobús con el común, entrar a un restaurant típico y saborear las esencias del lugar, visitar los sitios emblemáticos, caminar sectores populares sin prejuicio y hacer  ejercicio de embajador del país ante cada persona que nos aborda, es un ejercicio demasiado gratificante para quienes vemos en cada geografía diferente y en los rostros extraños la posibilidad de nutrirnos cultural y espiritualmente.
Así,  por esas cosas del destino, una vez nos vimos entre pirámides, esfinges y faraones en el Egipto que estudiamos en el colegio. Farías y sus muchachos Sub-20 fueron los genios de la lámpara que nos pusieron en esa lejana tierra en el 2009 en un sueño realizado para el balompié venezolano.
Escapado en una pausa del torneo, fui a parar solitario a la mediterránea Alejandría, con su biblioteca de siglos y su costanera avenida La Corniche. Nada más fue llegar y sentir que pertenecíamos a aquella estancia, donde ni el límite del idioma ni las ancestrales creencias religiosas,  impidieron esa relación humana, incitada por el interés de abordar al visitante extraviado.
De allí nació una perdurable relación con un anfitrión excepcional. No era un comerciante más, era él y su familia en hábitos musulmanes, que me tendía una mano mientras requería unos lentes para mi esposa. Con esa confianza que trasciende cualquier  barrera y se respira entre los hombres de buena fe, departimos un tabule que sabía a gloria.
Quedó en pie la propuesta de reunirnos un  día no muy lejano en torno de una mesa servida con “Koshari”, el sencillo como indescriptible plato típico de los egipcios. Aquello pareció una simple promesa, compartida sin futuro,  de ciudadanos de dos  mundos diferentes,  en las antípodas de la historia, de las costumbres, de todo.
Hoy, debo rebelarles, estamos sentados en mi casa con el amigo Ahmed Altaiby, saboreando el “Koshari”, después de disfrutar el espectáculo de su preparación con los condimentos y aromas traídos desde tan enigmática tierra.
Gracias al fútbol que me ha dado tanto, incluso un amigo como Ahmed y un lector como tú, parafraseando a Juan Vené.
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jueves, 31 de enero de 2013

El Gato goleador


 “Gato” es la expresión que utilizan los brasileños para  denominar al jugador que altera su edad real para inscribirse en una categoría menor, por aquello de “meter gato por liebre”. Una práctica bochornosa, criminal, que es tan grave como doparse en el deporte. Más aberrante cuando existe usurpación de identidad y cambio del lugar de nacimiento.
En tiempos de modernidad y la informática que puede revelar el histórico de cualquier persona y mucho más de un atleta que cuenta con una trayectoria desde sus primeras apariciones, es difícil creer que esto siga siendo una práctica de oscuros personajes, empresarios, dirigentes,  entrenadores, padres de familia incluso y del mismo atleta implicado cuando tiene uso de razón.
Pero sigue ocurriendo sin que las consecuencias vayan más allá de un extrañamiento del deporte, exposición pública al escarnio, cuando deberían ser execrados de por vida y pagar con cárcel lo que configura un delito grave a todas luces en cualquier parte del mundo.
Una denuncia de la Federación Ecuatoriana dejó en evidencia al jugador Max Barrios de la selección peruana en el Torneo Sub-20 de Argentina. Ni se llama Max ni tenía la edad reglamentaria y para remate parece que no nació en Perú. Los incas superaron  la fase definitoria valiéndose de esta irregularidad, aunque el jugador fue desincorporado sin que se tomaran acciones contra un combinado que debió ser  expulsado y suspendido por una próxima eliminatoria de la categoría. Nada podrá resarcir, por ejemplo, a Venezuela que estaba en el mismo grupo.
Los gatos van a seguir existiendo en el deporte. Siempre habrá alguna mente dispuesta a sacar ventaja de las faltas de fiscalización de los datos certeros de los atletas. En el fútbol se ha intentado erradicar este flagelo y existen antecedentes con selecciones nacionales y equipos que han recibido reprimendas de parte de los órganos rectores, pero no hay preso.
El béisbol y sus academias en el Caribe ha generado alarmas por la tracalería de hacer aparecer a supuestos adolescentes como prospectos para cobrar millonarios bonos de los equipos de las Grandes Ligas. República Dominicana y Venezuela están en la mira, y ya son varias las denuncias que han encontrado asidero.
En el fútbol mundial,  los países africanos siempre han dejado dudas respecto a la edad de sus jugadores y se han dado comprobaciones terribles. México cuenta con un triste episodio en el famoso caso de los “cachirules” juveniles en 1988, con  una suspensión de dos años que le impidió participar en el Mundial Italia 90.
El  fútbol venezolano ha tenido sus gatos. Sin querer armar alharaca y solamente para golpear en la conciencia de quienes de manera antiética a través de los tiempos han recurrido a la falsificación de los registros de los jugadores, tenemos un caso para nuestro insólito universo. Un famoso y consecuente goleador de los años 80,  jugó con un nombre falso y morirá con él. Han sido varios los descubrimientos cuando se ha requerido tramitar pasaportes para competencias internacionales, encontrándose que el nombre verdadero era otro. La vecindad con Colombia igualmente se ha prestado para algunos desafueros.
Compadezcámonos de los delincuentes, porque el fútbol es tan lindo que el perdón puede ser más terrible que la culpa.
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martes, 22 de enero de 2013

Las trampas correctas del fútbol



“Hay que mandarlos a hacer una pretemporada de picardía  a Cúcuta”, solía aconsejar el dicharachero relator colombiano Benjamín Cuello, quien dejó estela de excelencia de su buen quehacer en la radio de Mérida y San Cristóbal. Esta fue su recomendación a un técnico de Estudiantes que se quejaba de la falta de viveza de sus muchachos.
La anécdota viene a colación con la reciente decepción de la Sub-20 de Venezuela en el Suramericano. Cuesta encontrar argumentos para justificar una actuación lejos de las posibilidades reales de un combinado que tuvo los jugadores, planificación, tiempo y plena inversión federativa.
Por eso hay que recurrir a las subyacencias del jugador venezolano, esos detalles de su génesis y marca de fábrica, para intentar entender este desenlace, que como siempre se achacará al mando técnico que es lo más fácil. Y sin ser la tragedia que encarna la eliminación de gauchos y brasileños,  el mal trance de la joven Vinotinto tiene visos de fiasco terrible.
Como a Mathías le toca su parte, creemos que descubrió tardíamente  el funcionamiento de su mediocampo, en el que se careció de un conductor hasta la aparición del chico Juan Pablo Añor. El heredero de Bernardo mostró soltura, sentido del espacio, manejo y capacidad de correr riesgo con la pelota, algo que no es común en nuestros jugadores, con más características  de gladiadores que de  hiladores finos de acciones asociativas.
A esa dificultad de asociarse,  habría que adicionarle la osadía para romper los esquemas contrarios y reinventarse en medio del libreto, para crear las ocasiones de cara al arco contrario. A este equipo le costó jugar al colectivo, interpretar los estilos que elementos como Machís, Josef  o Arteaga, con etiqueta de importados, podían potenciar en una sólida formación ofensiva como pocas en esta cita suramericana.
No siempre  van a coincidir en una selección tantos jugadores con ese rodaje, desde el portero Contreras, que vio arruinada su extraordinaria actuación por inocentadas en el fondo que propiciaron sanciones de tres tiros penales en tres partidos. En estos niveles, seguimos pecando ingenuamente y eso tiene que ver con esa picardía que no se enseña en la academia ni se consigue en los centros de alto rendimiento de Estados Unidos o Europa.
Este torneo Sub-20, si bien ha estado lejos del nivel de otras competiciones de la categoría, ha dejado claro que se están imponiendo por  los preceptos del fútbol técnico e imaginativo como el demostrado hasta ahora por Chile y en gran parte por Perú. Uruguay y Paraguay tienen casta y hambre. Colombia explosión y Ecuador hace rato que sabe a qué juega.
Esa soltura para desplazarse en el campo, esas maneras para jugar con naturalidad la pelota aún con  la camisa de fuerza de los dictámenes de los entrenadores, que no impide al jugador la oportunidad de ofrecer su repertorio individual en beneficio del conjunto, es lo que queremos ver en nuestros muchachos.
El fútbol de Venezuela debe romper con la dictadura del esquematismo, porque más allá  de esa preparación que apunta a las variables fisiológicas,  priman las cualidades enteramente futbolísticas relacionadas con la fundamentación con la pelota, la habilidad, la precisión en el pase y la capacidad para ocupar los espacios en la cancha.
Estoy seguro que si esa viveza criolla que muchas veces demostramos los venezolanos para sacar ventaja en nuestra cotidianidad, violando las normas, irrespetando las leyes,  especulando con los precios y jugando al más listo,  las trasladáramos al campo de juego, no tendríamos la necesidad de ir a Cúcuta para el intensivo en picardía.
El fútbol, en fin, está lleno de celadas, de trampas y engaños. La diferencia está en que todo eso es correcto con una pelota en los pies.
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miércoles, 16 de enero de 2013

La nueva casa Vinotinto


El descarte de Puerto La Cruz  y la escogencia de Ciudad Guayana como sede del duelo premundialista Venezuela-Colombia, volvió a colocar sobre el tapete la selección adecuada y conveniente, de una casa para la Vinotinto. Las ventajas que nuestros rivales esgrimen con factores como la altitud, la época estacionaria o la atmósfera sofocante, están relativizadas en el caso venezolano.
El trópico, que debería ser un aliado, ha sido un argumento insuficiente, y poco ha coadyuvado a resultados favorables. La metodología científica del entrenamiento prevé las contingencias y toma recaudos en el comportamiento físico de los atletas ante determinadas circunstancias. Más debe afinar Venezuela para superar las complejidades de la falta de oxígeno en las alturas andinas y las heladas sureñas, que las previsiones de los equipos que deben enfrentar el contrastante calor y la humedad.
Otro elemento que le resta peso a los factores climatológicos que imperan en nuestra geografía, es que la mayoría de los jugadores que convoca Farías juega en el exterior y tiene igualmente que tropicalizarse cada vez que retornan. No fue precisamente el estadio “José Antonio Anzoátegui” un bunker inexpugnable para Chile y Ecuador,  dosificados para tolerar un clima en apariencia agreste. ¿Podremos tener alguna ventaja en otra plaza?
La buena pro al CTE Cachamay coloca otra vez a la mejor plaza del país en el GPS del fútbol suramericano. El coso mejor mantenido de todas las sedes de la Copa América 2007, ha registrado un comportamiento ejemplar y multitudinario en las dos últimas temporadas con Mineros de Guayana. Igualmente, sus antecedentes como casa de la Vinotinto le gana puntos a la hora de colocarlo en la balanza frente a otros estadios.
Ciudad Guayana es  la metrópoli venezolana que menos se traumatiza con un partido de alto vuelo. La ubicación del CTE Cachamay, en medio de los dos grandes núcleos urbanos –Puerto Ordaz y San Félix- ha vuelto expedita la movilidad pre y post partido. Además,  están las comodidades que ofrece una estructura, con una cancha que garantiza el espectáculo, camerinos impecables, una sala de prensa espléndida y un auditorio como pocos en el mundo. La gran deuda de su concepto arquitectónico, es la poca protección de los comunicadores -especialmente de radio y televisión-  y sus materiales y equipos de trabajo en un palco de prensa al aire libre sin cabinas.
Es fácil llegar a Puerto Ordaz a través de su céntrico aeropuerto con una buena cantidad de vuelos diarios, mientras que por vía terrestre se cuenta con una vialidad excepcionalmente en buen estado después de ingresar por Anzoátegui y Monagas. La oferta de hospedaje en las más variadas categorías y estilos ha crecido considerablemente en  los últimos dos años.
César Farías y su grupo técnico conocen suficientemente a Ciudad Guayana por su pasantía  por Mineros. Saben que encuentran confort con muchas canchas aptas, cortas distancias y facilidades de traslado. Por eso creemos fue un lapsus cuando se refirió a otras plazas como futuribles sin mencionar al coloso de Castillito.
En el aspecto climático, poco o nada podemos preocupar a Colombia por las similitudes con Barranquilla,  su cábala para llegar a Brasil 2014 de la mano de Pekerman. Y si de la camiseta número 12 se trata, si la sede se escogiera en el centro, occidente o los Andes, no existiría esa apabullante mayoría   que va a imponer la afición guayanesa y de todo el oriente del país.
En Guayana es la cosa. Enhorabuena para los que amamos y defendemos este terruño.
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domingo, 6 de enero de 2013

Fútbol de Fin de Mundo


Mientras el país se paraliza por estos días, como ningún otro en la tierra,  para dar paso al extendido solaz y a esperar que las premoniciones mayas del fin de los tiempos lo tomara sabrosamente sometido a la juerga vacacional y al resabio de las hallacas y los alcoholes, el fútbol trabajaba.
Ese balompié venezolano, otrora relajado, se sometía al estrés muscular de las pretemporadas y generaba abundancia informativa en una época en la que sólo los pragmáticos ingleses, incólumes y severos, programan partidos el 1 de enero y la vida en el Reino Unido sigue como si nada.
No quedaba otra,  cuando se avizora una etapa crucial que arranca la tercera semana del año y que está plena de novedades, buenas nuevas y otras no tanto. Las que hablan de cambios de norte, felices retornos y expectativas por un lado. Las que seguirán siendo las mismas, cargadas de incertidumbres y apremios de vieja y nueva data.
Nuestro fútbol ahora no duerme. Aquellas cuatro vueltas al campo antes de comenzar la zafra, ya no existen más. Todo el mundo se pone el overol y apuesta con lo mucho o lo poco que tiene. Hasta la tercera división anuncia los rigores de la preparación. Nadie te va a pasar por encima con sus chequeras y nombres. El sufrimiento está garantizado para los vencedores.
El mercado se movió con gusto. Volvió Richard Páez a la palestra traído por Mineros, que también reinsertó al guaireño Richard Blanco desde Chile y anotó al revulsivo Chourio. Táchira se enganchó con el clan Farías y las más preciadas perlas de un Anzoátegui que se reinventará a partir del mando del “Teto” Betancourt y la savia oriental.  Caracas, siempre consecuente,  sigue fiel a sus principios y filosofía con Bencomo.  Lara arriesga con su propia gente la línea que marcó el explosivo Saragó. Zamora aborda con firmeza el proyecto San Vicente. Aragua quiere ser un chocolate espeso.
El resto se las arregla con dignidad y sin la copiosa chequera oficial que financia nóminas ostentosas, fuera del contexto económico de un fútbol que sigue saltando el ABC en sus conceptos estructurales. Pero con todo,  hay ganancia como la de esa generación Sub-20 que a partir del próximo 12 de enero nos motiva con otra posibilidad mundialista en las eliminatorias suramericanas en Argentina. La sub-17 de Rafa Dudamel tiene futuro. Y, por supuesto, con el entusiasmo y la certeza que vende Farías para que de una  vez por todas estemos en la gran cita Brasil 2014. Hay que comprarle al César.
Con todo el rebullicio de lo que viene, casi sin darnos cuenta se fue a Colombia el Riquelme venezolano. El único movimiento migratorio interesante se ha dado con Wiswel Isea, ese gordito que maneja el rigor de los tiempos y la coloca donde duele para que los demás cobren. Pregúntele a Richard Banco. Isea, un jugador de otro fútbol no siempre apreciado en nuestro contexto. Un pasador insigne, milimétrico,  que si se dedica en serio, va a regar clase entre los cachacos.
Esperemos una temporada feliz en un  año crucial para el fútbol venezolano. Que sigamos creciendo todos, entrenadores, jugadores, directivos y afición. Que el periodismo, al que muchos quieren ponerle muros y púas, no parezca un intruso sino un aliado en este momento en que pocos recuerdan las batallas que libramos los que defendemos esto, para lograr espacios y reconocimiento, cuando muchos se comían los mocos.  No es posible que hayamos hecho célebres a los cuervos.
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lunes, 17 de diciembre de 2012

¿A qué viene Richard Páez?

El retorno de Richard Páez al fútbol venezolano es todo un acontecimiento. La firma con Mineros de Guayana constituye el hito más impactante del torneo que arranca en enero,  con un concurrente saldo de víctimas y expectativas no satisfechas. Cisma en varios clubes, incluso en aquellos a los que en apariencia les había ido de película como al Anzoátegui, as del Apertura. Nada mejor se podía esperar en los que divisan un horizonte de dificultades deportivas y económicas.
Que Páez, el gran gestor del germen Vinotinto, esté pisando las canchas nuestras, despierta un morbo inevitable en todos los contextos. De entrada, el anuncio de venir por “cosas grandes”, es una advertencia para el resto y en particular para el club que lo motivó a romper ese ostracismo al que se había sometido, después de dejar el cargo de seleccionador y colocarse en la carpeta de clubes del exterior.
Llega Richard a un equipo que quiere ser club, al que pretende marcar con su influencia en todos sus estamentos. Treinta y un años para una sola estrella remiten  a una historia en la que han dejado de hacerse muchas cosas. Habría que comenzar por la forma cómo se ha desperdiciado el talento de los jugadores de Guayana y los recursos económicos que de un tiempo para acá, han servido para vender ilusiones. Si no es Richard Páez, quién entonces puede sacar a Mineros de Guayana de esa letanía reiterada de cada final de temporada.
 Muchos se atreven a afirmar que llegó la segunda estrella, esa que aquellos díscolos pero extraordinarios actores, le dieron una vez al sur emergente. Aquel equipo con tipos como Stalin Rivas, Enrique Samuel, Pedro Hernández, Enrique Yantis,  Cheo Gómez, Eustorgio Sánchez  y Freites como estandartes de la zona,  con el agregado de Jhonny Castellanos, Emilio Sarmiento, Maximo Reyes, Zica, Tovinho, René Torres, Julio Quintero, a quienes el técnico uruguayo Alfredo López, podía controlar sólo cuando los tenía a la vista en un rectángulo de fútbol.
Qué pasó para que no se dieran más generaciones ganadoras y quedaran insustituibles en la idolatría de los aficionados y en la retina de todo el país, aquellos herederos de la casta sureña, que obligaron al país a mirar hacía esta geografía. Muchos hechos concatenados ocurrieron para que Mineros se convirtiera un equipo golondrino, hecho a retazos, armado para vender humo, desperdiciando la bendición de un aporte oficial, que bien encaminado hubiese servido para edificar una casa negriazul fuerte, sólida, con patrimonio y futuro.
Fueron “Cari Cari” Noriega y Alexis “Pelecito” García los dos últimos grandes talentos que surgieron de Mineros de Guayana, hace más de dos lustros. Excluyo el accidente generoso del deltano Machis –hoy en el Granada español- , obligado a entrar como norma sub-20, asimilado  tiempo después de haberle pintado la cara a una selección juvenil de Bolívar. Y a Richard no hay que pedirle que crea, sabido es su criterio acerca de los jugadores de nuestra región, a quienes más que cultivarle técnica y habilidad, habrá que sembrarles la mente y generarles oportunidades.
El fútbol venezolano, tanto o  más que Mineros,  celebra la vuelta de Richard Páez. El país no ha olvidado lo bueno que hizo dentro y fuera. Por supuesto, los contrarios van a querer arrancarle la cabeza a sus tácticas y planteamientos dentro de la cancha.
La fanaticada negriazul  tanto como otra estrella en el escudo, aspira echarse en hombros a esos muchachos amoldados por el médico merideño,  que como aquellos de la historia feliz, quieren hacer volver las candilejas de ese fútbol atildado, pícaro y encarador que viene desde los tiempos remotos de la cuna callaoense.
Carlos Dickson Pérez

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viernes, 16 de noviembre de 2012

Fútbol en Blanco y Negro



Así como la Academia recientemente quedó subyugada por la nostalgia y terminó reconociendo con cinco "Óscar" a la obra de Michel Hazanavicius, que rinde culto en “The Artist” al cine mudo en blanco y negro, el fútbol vuelve su mirada emocionada hacia el atrevimiento como rescate de la estética y la orfebrería,  en tiempos de la sistematización casi robótica del juego.
Esa delicia que constituye, en plena era del 3D y de los apabullantes efectos sonoros, disfrutar de una obra del séptimo arte que seduce con las reminiscencias de las glorias del cine silente de los años 20, es la misma que se experimenta al volver a la esencia del potrero, cada vez que Messi, Neymar, Cristiano Ronaldo, Ibrahimovic, Iniesta,  Rooney, Van Persie  o Alexis Sánchez, desquician con sus malabares, gambetas y tacos todos los dispositivos tácticos que se instalan para cortarle las alas al virtuosismo.
En una época signada por la exposición física, la mecanización y el libreto, que sigan existiendo los dribladores es toda una fortuna, una especie de revancha de los artistas del balón, que demuestran que la fundamentación técnica y la intuición, riman mucho más con la tribuna,  que esa correosa batalla de gladiadores que, más que encantar,  enardece y propicia más ansiedad en una sociedad que clama por el disfrute como catarsis por estos días de turbulencia.
Una sola  jugada salida del talento de los ilusionistas, paga la entrada en cualquier estadio y retribuye el tiempo que se invierte en presenciar aletargado durante dos horas un partido por televisión. Cuando esta concluye dentro de la red, se convierte en un monumento a la excelencia y sello imborrable de sus autores.
Por estos últimos días, se han venido dando casi de forma reiterada expresiones futbolísticas cargadas de esa maravillosa insurgencia, que apuesta a favor del romance y la nostalgia, contra la camisa de fuerza de las tácticas y las estrategias. Una recreación espléndida de un fútbol en blanco y negro que hoy con Messi o Neymar, es una reivindicación del pasado. 
De  Garrincha,  aquel pájaro brasileño que instaló su reino en la banda derecha, a pesar de su cojera genética. Del Diego argentino que con su columna maltrecha desquiciaba a los matones de oficio. En fin,  de todos los que se atrevieron a desafiar las leyes de la gravedad, desvirtuando a su paso cuanta tranca, pierna fuerte y desalmada se les cruzó en el camino.
Para que ese canto al fútbol no muera, afortunadamente siguen existiendo cultores del buen quehacer, especie de curadores de obras maestras, que generan espacios para los habilidosos, a contrapié de las exigencias de resultados a corto plazo. Lo ha conseguido el Barcelona con una filosofía incubada en muchos años, el Santos de Brasil, Arsenal y Manchester de Inglaterra, un poco ese Milan globalizado. Intenta ser cuerpo en el Athletic Bilbao del maestro Bielsa,  resistido por  ratos pero instalado en la élite de las buenas batutas.
En  la actual  eliminatoria Premundialista Suramericana, el equipo de Colombia, ha recuperado de la mano del argentino Pekerman la  cédula de identidad de un fútbol que desde el tiempo de los Valderrama y Redín asemejaba al Barsa. Hoy son el milimétrico Macnelly Torres, el zurdito James Rodríguez, Cuadrado y pare de contar, quienes nos promueven el encanto.
En Venezuela, hubo un gran intento, aunque fugaz, del modesto Zamora de “Chuy” Vera en el Clausura 2011. Fueron pinceladas de un concepto que pudo trascender pero que fue abortado, por las turbulencias del camino.  
Es que, definitivamente, volver al blanco y negro puede ayudar a darle color al cine, al fútbol y a la vida misma.
@cdicksonp

martes, 30 de octubre de 2012

Un apóstol del fútbol zuliano


Cada vez que me encuentro con Alex García King, es un acontecimiento personal. Por encima del fútbol, de esa redondez que nos familiariza, existe un montón de maravillosas coincidencias. Se trata del hoy entrenador del Zulia FC, un equipo que por estos días aprovecha su legado de obrero insigne, de persona íntegra, cabal y solidaria.
He conocido poca gente en el fútbol como en la vida, cargada de la simpleza, el espíritu alegre y la disposición permanente a plantear sin máscaras las situaciones. Hace mucho rato estuvo en Guayana y se metió en lo más profundo del ser de esta región. Hizo unos días con Mineros como entrenador y dejó una estela de logros en nuestra cantera, insuperable hasta el presente.
A Maracaibo fue a parar, a ese reducto beisbolero, del que salía un futbolista cada diez años. A pesar de la vecindad con Colombia, nunca fue fácil visualizar un futuro a este deporte, impulsado en la década pasada por un político de ancestros italianos que se propuso cambiar el decorado. Alex, de alguna forma,  encontró en el impetuoso Di Martino un intérprete cabal de su ideal para forjar el sueño.
Así, ligado al trabajo que desplegaba en las comunidades la Alcaldía de Maracaibo como en los clubes privados que le abrieron sus puertas, fue cimentando,  junto con otros colegas con muchos merecimientos, lo que es el fútbol zuliano. De aquellas reminiscencias de Adelis Fusil, Alexander Hezzel, Ferrebús, “El Avión” Medina, Naboyan  y la auspiciosa aparición en la Vinotinto de Juan Fuenmayor, Grendy Perozo y Yohandry Orozco, pasamos a una robusta etapa en la que la entidad occidental es protagonista de primer orden.
Hoy es totalmente normal encontrar a Zulia en las finales de los campeonatos nacionales y a un equipo profesional tener hasta 7 jugadores maracuchos. Aunque algunos tengan apellidos que vienen del otro lado de la frontera, son nacidos, criados y amamantados por la Tierra del Sol Amada y en sus poblados vecinos. Allí está la mano de Alex  como de tantos entrenadores que se fueron a cultivar en territorio agreste, mas familiarizado con las hazañas de sus ilustres peloteros y con el único Salón de la Fama de las Grandes Ligas, Luis Aparicio.
A pesar de la locura que representó aquel ostentoso Unión Atlético Maracaibo que a realazo  se estructuró para obligar al país a mirar hacia el Zulia, desapareciendo luego como todo lo que no tiene fundamento y bases sólidas,  es bueno darle crédito a la siembra en la mentalidad de quienes corrían detrás de una pelota bajo la torrencial canícula de aquellos lados. Es que sin los reales que se desbarataron en aquella bonanza, ha seguido erguida con otro nombre y mucho orgullo,  una divisa que hace de tripas corazón y multiplica los panes de la mano de García King.
Cuando se fue Alex del Estado Bolívar perdimos un baluarte en esa tarea tan especial y dedicada de promover  los valores de la cantera. Un ejército de jugadores guayaneses invadió los espacios del fútbol nacional. De Mineros,  ni se diga, porque hizo subir una cantidad considerable desde las menores. El departamento de porteros, históricamente cubierto por fichas del patio, ya sabemos en lo  que ha devenido después de aquellos días de Nikolac, Cheo Gómez, Silano y Golindano.
Con Alex nos conocemos desde muchachos por esos azares del destino que te recuerdan los días en la cancha La Castellana de Pescaíto en Santa Marta y los gritos en el “Eduardo Santos” de “Vamos Venezuela” del viejo “Bolón” Acosta, mientras mi madre rehacía su vida de soltera en su país. Era un portero con buenas manos, respaldo de aquella camada en la que jugábamos  con Didí y Carlos “El Pibe” Valderrama, los chinitos Wong y el monstruo  “Chon” Rojas –el mayor fenómeno que vi y nunca llegó al profesional-, entre otros pelaos con una clase sideral. Su hermano mayor Radamel ya arrancaba cabezas como zaguero central.
Es imposible seguir contando historias en este espacio dedicado al gran Alex, que para más señas también es tío del mejor goleador del mundo, Falcao.
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domingo, 21 de octubre de 2012

Los Fantasmas de la Vinotinto



La desazón del Venezuela-Ecuador contrastaba con la realidad que al final de la jornada marcaba la clasificación. Con apenas un punto de cosecha, ascendíamos al cuarto lugar, para estar en los papeles. Números irrebatibles que,  más allá de las  especulaciones, constituyen la renta de un proceso que le enrostra la verdad conveniente a los descreídos,  esa que le alcanza todavía para hacer ahora un presupuesto más estrecho, pero válido para no desbancar la fe.
El compendio de expresiones al final es para reflexionar. “No tenemos jugadores…; hay jugadores pero no hay técnico…; tenemos los jugadores pero no hay sistema…; este equipo con otro técnico puede jugar mejor…; dependemos de un tiro de Arango…; sin Rincón no tenemos vida…; después de los partidos ante Argentina y Colombia, sabemos si vamos al Mundial…En fin, frases más, frases menos, resumían los apocalípticos, el futuro de la Vinotinto.
Como si el fútbol careciera de un prólogo, un desarrollo y un epílogo, la gente al final, sobre todo esa que se mete en la moda de la franela y asalta los estadios, sin más proyecto que un triunfo que recompense tanto esfuerzo y grito, poco le importa  el discurso sino las conclusiones. Se gana, se empata o se pierde,  y el desenlace marca el parecer. Así ocurrió después de las victorias sobre Argentina y Paraguay como en las horas bajas ante Chile y Perú.
Ante Ecuador volvió Venezuela a dejar gruesas interrogantes. La más importante es si con ese fútbol nos alcanza para llegar al Mundial.  Cada día se evidencia más que en el funcionamiento del equipo se han erigido fichas insustituibles, sin las cuales, tenemos un equipo frágil en sus conceptos en la cancha, vulnerable al extremo, cada vez que encontramos bloques sólidos como esa fibrosa escuadra meridional que impuso sus leyes en Puerto La Cruz.
Aunque suene trillado, esta Vinotinto del “pelotazo productivo” ha renegado de aquel ropaje que la envolvió en años de Richard Páez. Si bien el porte liviano de aquellos jugadores –Vera, Urdaneta, Morán, “Zurdo” Rojas, Ricardo David, etc.;  inducía a un fútbol asociativo y menos físico, las veces en que este equipo actual de gladiadores encantó y convenció, fue precisamente cuando se insinuó dúctil e inspirado en lo individual,  como en los apuntes que dejó en Asunción y en largos pasajes de la última Copa América.
Ser más directa y vertical le ha costado a esta selección de Farías caer en vacilaciones y dudas, que lamentablemente postergan todo el potencial de sus jugadores ofensivos, caso Rondón y Miku, acostumbrados como están en Europa a todo un protocolo que les recrea las posibilidades con pelotas servidas con precisión para que ejecuten ese oficio de redes que les caracteriza. Aquí dependen demasiado de un rebote y del cuerpeo para anotar, exponiéndose además a un desgaste excesivo en su lucha para liberarse solitarios de marcajes férreos.
El otro aspecto nada futbolístico que afecta a la selección es esa relación de odio con los medios de comunicación. Es inconcebible que se hayan levantado altos muros alrededor del  combinado nacional, envuelto en una aureola de celebridad anticipada y divismo, no cónsona con la mentalidad del futbolista y el ser venezolano. En una odisea se convertido requerir una nota que salga de la camisa de fuerza de las ruedas de prensa o las zonas mixtas.
Mientras los jugadores ecuatorianos  caminaban por el lobby del hotel en Puerto La Cruz,  distendidos pero concentrados en su objetivo, entre periodistas que entienden de respetar los espacios y el momento propicio para el diálogo, a los nuestros les hacen ver fantasmas que conspiran contra una ilusión de 30 millones que juegan a favor de un sueño.
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sábado, 13 de octubre de 2012

Un Fiat Uno emancipó al fútbol ecuatoriano



En febrero de 1991 se apareció Ecuador en Venezuela de la mano de Dusan Draskovic para jugar la Copa Juventud de América. El técnico, nacido en Montenegro, ex estado de Yugoslavia, estaba al frente de uno de los procesos más auspiciosos del fútbol de nuestro continente. El estratega había asumido la responsabilidad de conducir los seleccionados juveniles del país meridional en 1988, emprendiendo una tarea titánica para cambiar el destino de una nación que vivía de las evocaciones del gran Alberto Spencer, su único as en años, en medio de su irrelevante papel continental.
Spencer, un atacante de padre jamaiquino, clase 1937, de aquilatadas dotes en la cancha y una prominente personalidad, idolatrado  como un mesías por sus paisanos, pero mucho más por  los hinchas del Peñarol uruguayo que lo atesoró entre 1960 y 1970, como una gema intocable para los grandes de Europa, dejó la impronta de su calidad goleadora en tierras charrúas y en la  Copa Libertadores. Sus dotes  le llevaron incluso a ser embajador de su país, aunque su vida se vio truncada por un infarto que lo terminó consumiendo en el 2006.
Fuente de inspiración siempre fue el carismático Spencer para todos los futbolistas ecuatorianos,  que veían el paso de los años sin trascender, pese a que en el hervidero de las canchas se erguían como sólidas instituciones, clubes como Barcelona y Emelec de Guayaquil;  en Quito, el elenco militar Nacional y en la misma capital, Liga Deportiva  y Deportivo Quito.
Una vez asumido el cargo, Draskovic, con una obsesión estoica, se dispuso recorrer el país, metiéndose en los barrios más depauperados con remedos de cancha, donde corría el hambre tras los sueños. A bordo de un pequeño Fiat Uno que le había asignado la Federación, acomodaba con dificultad su corpulencia y se andaba como peregrino, buscando la identidad del jugador ecuatoriano.  Llegaba donde nadie lo esperaba y se confundía con los chicos, convivía dos y tres semanas en comunidades relegadas y se iba cargando de los elementos que le permitirían concebir un plan emancipador.
Draskovic estaba emocionado con aquella experiencia y sorprendido con las dotes de los muchachos humildes de piel negra.  Llegaría a una conclusión: el jugador ecuatoriano,  por su contextura, resistencia física y explosión en movimiento, debe ser un atleta. Y entonces, arrancó todo ese proceso que entregaría sus primeros frutos con el cuarto lugar en la Copa América de 1983 y que usufructuarían años más tarde los colombianos Francisco Maturana, Hernán Bolillo Gómez, Luis Fernando Suárez y por estos días Reynaldo Rueda.
Ecuador acudiría a la primera la cita ecuménica en Japón Corea 2002 con el inefable “Bolillo” y a Alemania 2006 con la batuta de Suárez, trascendiendo a los octavos de final. En esa negrada maravillosa que había forjado Drakovic estaban, entre otros,  Agustín Delgado, Iván Hurtado, Luis Capurro,  Ulises de La Cruz, Edison Méndez, Marlon Ayoví, Carlos Tenorio, Cristian Benítez y el exquisito Antonio Valencia figura actual del Manchester. El único excepcional punto blanco en aquel quiebre histórico era el rubio  Alex Aguinaga, un volante genial, lleno de sutilezas que se cansó de meter pelotas para aquellos hombres de ébano.
Es imposible no reconocer en Draskovic, como en su ayudante ya fallecido Dragan Miranovic, haber encausado al fútbol ecuatoriano hasta el status que hoy goza y que le ha valido convertirse en una de las realidades más reveladoras de Suramérica. Tanto como su selección nacional, los clubes profesionales han consolidado su prestigio, ganando eventos de renombre continental.
Liga Deportiva ha sido campeón de Copa Libertadores de América en 2008, Recopa 2009 y 2010 y Copa Sudamericana 2009. Barcelona de Guayaquil fue finalista en 1990 y 1998 en la Copa Libertadores. Dueños de sus propios estadios, verdaderos colosos como La Casa Blanca en Quito y el Monumental de Guayaquil, enseñan la relevancia de sus organizaciones, paradigma para el resto que no se queda atrás. Cuatro equipos ecuatorianos trascendieron a octavos de final de la Copa Sudamericana 2012: Barcelona, Emelec, Liga de Loja y Deportivo Quito.
A estos antecedentes se enfrentará Venezuela en Puerto La Cruz este martes 16 de octubre. Una batalla en la que,  vencer para la Vinotinto,  es algo más que un asunto futbolístico.   
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jueves, 11 de octubre de 2012

¡Viva el béisbol, abajo el fútbol!



Una nueva temporada de la pelota se acerca y con ella toda esa atmósfera que impregna la vida del venezolano. Han pasado muchos lustros y el béisbol es y seguirá convertido,  en el deporte favorito en este país, a despecho de quienes somos  del fútbol. Parte de la  cultura deportiva norteamericana, traída a finales del siglo 19 por estudiantes venezolanos que hacían carrera en los Estados Unidos,  y luego los campos petroleros, cimentaron lo que es una auténtica pasión, sustentada en rivalidades como la del Caracas-Magallanes y, sin duda, la ruptura de ese hilo protagónico en los últimos tiempos por  el equipo de Aragua. De vez en cuando, Lara, Zulia y Caribes se acuerdan de ganar.
Qué ha ocurrido para que el béisbol siga teniendo la preferencia de los venezolanos y que parezca indestronable por el fútbol, una actividad que pudiera cuadriplicarlo en número de practicantes y le saca una morena en clubes aficionados y profesionales.
 A pesar de ser un deporte atemporal, sin precisión cronométrica,  complejo en sus reglas e inexplicable para los neófitos que no entienden que el juego “termina cuando se acaba” y que en el último inning está la posibilidad revertir un resultado por más apabullante que sea, sigue siendo el rey.
En el imaginario colectivo, el béisbol es una fiesta que año tras año se aparece y que en apenas tres meses largos, pinta de colores la vida de los venezolanos,  que comparten alegrías y frustraciones al calor de animadas controversias en la calle, en las factorías y en las oficinas, cuando no en torno a unas cervezas bien frías,  que en vez de alterar los ánimos los dejan al final exhaustos, abrazados como panas y prometiendo “revancha” para la próxima.
Una cultura  matizada y reforzada por los reportes de las aventuras, gestas,  sueños y también deslices de esos muchachos que forjan su futuro en el más exigente escenario de las Grandes Ligas, que los hace trascender, cuando son buenos, al estrado de los mitos y  leyendas.
La constitución del béisbol en materia de consumo masivo, está también soportada en su organización monolítica, cerrada y hasta exclusivista, que se ha cuidado mucho de protegerse de las presiones políticas en todos los tiempos y  de los advenedizos  que han pretendido incursionar, con veladas intenciones,  en un negocio  bien manejado  por gente con tradición y una gerencia consustanciada con un espectáculo cada vez más lucido, emotivo y detallista. Los dirigentes del béisbol parecen ministros cada vez que coinciden en esas convenciones cacherosas, en la que asumen posiciones de consenso y van como un solo frente y, entonces sí, de forma política, a resolver sus dólares Cadivi, sus patrocinios y peticiones al alto gobierno para que no les enreden la vida con  la nueva Ley del Deporte.
Después está, por supuesto, el aparataje de los medios alrededor del béisbol venezolano. Un deporte en el que el despliegue diario, la vida de los ídolos y la minuciosa estadística, cargada de una numerología astronómica,  hace que sus voces y plumas adquieran rango de científicos capaces de inducirnos a creer que después del béisbol no hay nada más arrecho en el mundo. El que hace béisbol en la radio, prensa o televisión, es porque sabe, so pena de someterse al escarnio público y al juicio implacable de unos aficionados que pueden saber mucho más.
¿Ocurrirá en el fútbol o en otros deportes lo mismo?. De todas maneras, un irreverente letrero en una tasca tradicional de Puerto Ordaz, “La Posada de Chiquito”, advierte a los clientes: “Prohibido hablar de fútbol sin saber”.
Así es el béisbol venezolano como lo fue la hípica en su momento de esplendor. Uno,  que muere por el fútbol tiene que reconocerlo. Y revelar  que, alguna vez en una inesperada guardia periodística,  dejé claro mi ignorancia por ese mundo, al que debí pertenecer con propiedad y sangre, a no ser por una ruptura familiar. Puse que Lester Straker  era gringo; imagínense, el lanzador de Ciudad Bolívar. Ya saben lo que pasó, con este hijo de una de las glorías del béisbol venezolano, Salón de la Fama del Deporte Zuliano, Carlos Dickson Bell.
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lunes, 11 de abril de 2011

Las verdades del fútbol


Convicción es el término. El otro es apuesta. El primero está relacionado con la confianza y la fe en el resultado final, a partir de elementos estructurales sólidos, trabajo y dedicación. El segundo tiene que ver con el camino más corto para alcanzar el objetivo, sujeto a muchas variables y al azar fundamentalmente, con tendencia al logro efímero, fugaz.
La convicción deja huella como la impronta de un Barsa que cocinó un proyecto y una filosofía hace muchos años, para convertirse en lo que es hoy, de la mano Guardiola -antes lo fue de Rijkaard-, intérprete cabal de unos ideales bien claros. Se impone   el talento y las artes casi prestidigitadoras de los jugadores para desentrañar los vericuetos del juego, con más cerebro que físico. Y, por sobre todo, la creencia en la cantera como bujía de esa empresa que vuelve al fútbol al sabor del  potrero, a la insolencia y al atrevimiento.
Richard Páez la tuvo en su periplo como seleccionador de Venezuela. Desterró los fantasmas de la impotencia, penetró en la psique del jugador criollo y le hizo creer en sí mismo, soportar y domar sus limitaciones para revolverse en ellas y salir airoso. Un camino trazado contra todo pronóstico, cuando  parecía que un nuevo siglo nos iba volver a atropellar, a seguir sumiéndonos en el ostracismo y la burla. “El fútbol venezolano es un chiste”, apuntó Joao Saldanha, el periodista brasileño que osó ser técnico en un espabilar del “scratch” del 70.
En Colombia fue Pacho Maturana y en Ecuador Dusan Draskovic y “Bolillo” Gómez, que repensaron ambas realidades a partir de elementos bien peculiares de la idiosincrasia. Cómo abordar el cambio en cada contexto, sembrar una noción de identidad y conciencia en el trabajo. Quedó la marca y la escuela, aunque no siempre se dieron los relevos a tiempo, para aquellas camadas brillantes que anunciaron  una nueva era..
Está el Caracas FC. A pesar de San Vicente, se montó en su vagón de la renovación, frenteó las voces más agoreras y le dio mando al impertérrito Bencomo. Tuvo la convicción en que podría librarse de sus temores y equilibró su balanza de pagos, soltando a sus potros. Esos que hoy, lo tienen por enésima vez como protagonista del torneo y en la Libertadores a un tris de la segunda fase,  después de la gesta en Chile. Todo será ganancia, así se estrelle ante el linajudo Vélez.   
Qué decir del Chuy Vera y su Zamora que encanta. Cómo no parangonarlo con su paisano Richard Páez o dejar de creer que es el futurible con más crédito para la Vinotinto. Haciendo fortaleza de la crisis fuera de la cancha, para enseñarnos que la pelota bien jugada es más aliciente que un cheque a tiempo. Porque los “reales” algún día aparecen y después no hay tiempo para volverse poetas en medio de las urgencias. Este equipo ha sido la quinta pata de la mesa, en la que anunciaban, antes de tiempo, sentarse a compartir el banquete los duros de la partida.   
Por supuesto, Mineros, uno de ellos. Más que convicción para ser campeón, ha sido una apuesta, vía generoso presupuesto, que pretende revertir  una historia esquiva desde aquel 88-89, remota referencia de su única estrella. El anuncio de esta pretensión ya no tiene la firmeza del comienzo del campeonato y ahora queda  pescar en el río revuelto del octogonal previsto por cupos a la Copa Sudamericana, como meta más asequible.
La conquista del título no puede convertirse en un quimera, sino en la posibilidad de repensar el futuro de un club que tiene un extraordinario arraigo,  con unos aficionados que pueblan de manera multitudinaria los escaños del Cachamay. Un club que podría jactarse de contar con  la cantera más prodigiosa del país, sin tiempo para mostrarse en esta era Maldonado.
El fútbol se encargará de enrostrarnos sus verdades si perdemos la oportunidad de montarnos en el tren de la historia. Es hora de creer que hay un camino, quizás más largo, económico y seguro, para alcanzar los objetivos.  La segunda estrella llegará por añadidura.