martes, 22 de enero de 2013

Las trampas correctas del fútbol



“Hay que mandarlos a hacer una pretemporada de picardía  a Cúcuta”, solía aconsejar el dicharachero relator colombiano Benjamín Cuello, quien dejó estela de excelencia de su buen quehacer en la radio de Mérida y San Cristóbal. Esta fue su recomendación a un técnico de Estudiantes que se quejaba de la falta de viveza de sus muchachos.
La anécdota viene a colación con la reciente decepción de la Sub-20 de Venezuela en el Suramericano. Cuesta encontrar argumentos para justificar una actuación lejos de las posibilidades reales de un combinado que tuvo los jugadores, planificación, tiempo y plena inversión federativa.
Por eso hay que recurrir a las subyacencias del jugador venezolano, esos detalles de su génesis y marca de fábrica, para intentar entender este desenlace, que como siempre se achacará al mando técnico que es lo más fácil. Y sin ser la tragedia que encarna la eliminación de gauchos y brasileños,  el mal trance de la joven Vinotinto tiene visos de fiasco terrible.
Como a Mathías le toca su parte, creemos que descubrió tardíamente  el funcionamiento de su mediocampo, en el que se careció de un conductor hasta la aparición del chico Juan Pablo Añor. El heredero de Bernardo mostró soltura, sentido del espacio, manejo y capacidad de correr riesgo con la pelota, algo que no es común en nuestros jugadores, con más características  de gladiadores que de  hiladores finos de acciones asociativas.
A esa dificultad de asociarse,  habría que adicionarle la osadía para romper los esquemas contrarios y reinventarse en medio del libreto, para crear las ocasiones de cara al arco contrario. A este equipo le costó jugar al colectivo, interpretar los estilos que elementos como Machís, Josef  o Arteaga, con etiqueta de importados, podían potenciar en una sólida formación ofensiva como pocas en esta cita suramericana.
No siempre  van a coincidir en una selección tantos jugadores con ese rodaje, desde el portero Contreras, que vio arruinada su extraordinaria actuación por inocentadas en el fondo que propiciaron sanciones de tres tiros penales en tres partidos. En estos niveles, seguimos pecando ingenuamente y eso tiene que ver con esa picardía que no se enseña en la academia ni se consigue en los centros de alto rendimiento de Estados Unidos o Europa.
Este torneo Sub-20, si bien ha estado lejos del nivel de otras competiciones de la categoría, ha dejado claro que se están imponiendo por  los preceptos del fútbol técnico e imaginativo como el demostrado hasta ahora por Chile y en gran parte por Perú. Uruguay y Paraguay tienen casta y hambre. Colombia explosión y Ecuador hace rato que sabe a qué juega.
Esa soltura para desplazarse en el campo, esas maneras para jugar con naturalidad la pelota aún con  la camisa de fuerza de los dictámenes de los entrenadores, que no impide al jugador la oportunidad de ofrecer su repertorio individual en beneficio del conjunto, es lo que queremos ver en nuestros muchachos.
El fútbol de Venezuela debe romper con la dictadura del esquematismo, porque más allá  de esa preparación que apunta a las variables fisiológicas,  priman las cualidades enteramente futbolísticas relacionadas con la fundamentación con la pelota, la habilidad, la precisión en el pase y la capacidad para ocupar los espacios en la cancha.
Estoy seguro que si esa viveza criolla que muchas veces demostramos los venezolanos para sacar ventaja en nuestra cotidianidad, violando las normas, irrespetando las leyes,  especulando con los precios y jugando al más listo,  las trasladáramos al campo de juego, no tendríamos la necesidad de ir a Cúcuta para el intensivo en picardía.
El fútbol, en fin, está lleno de celadas, de trampas y engaños. La diferencia está en que todo eso es correcto con una pelota en los pies.
Twitter: @megasportradio.com   

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