En febrero de 1991 se
apareció Ecuador en Venezuela de la mano de Dusan Draskovic para jugar la Copa
Juventud de América. El técnico, nacido en Montenegro, ex estado de Yugoslavia,
estaba al frente de uno de los procesos más auspiciosos del fútbol de nuestro
continente. El estratega había asumido la responsabilidad de conducir los
seleccionados juveniles del país meridional en 1988, emprendiendo una tarea
titánica para cambiar el destino de una nación que vivía de las evocaciones del
gran Alberto Spencer, su único as en años, en medio de su irrelevante papel
continental.
Spencer, un atacante de
padre jamaiquino, clase 1937, de aquilatadas dotes en la cancha y una
prominente personalidad, idolatrado como
un mesías por sus paisanos, pero mucho más por
los hinchas del Peñarol uruguayo que lo atesoró entre 1960 y 1970, como
una gema intocable para los grandes de Europa, dejó la impronta de su calidad
goleadora en tierras charrúas y en la
Copa Libertadores. Sus dotes le
llevaron incluso a ser embajador de su país, aunque su vida se vio truncada por
un infarto que lo terminó consumiendo en el 2006.
Fuente de inspiración
siempre fue el carismático Spencer para todos los futbolistas ecuatorianos, que veían el paso de los años sin trascender,
pese a que en el hervidero de las canchas se erguían como sólidas
instituciones, clubes como Barcelona y Emelec de Guayaquil; en Quito, el elenco militar Nacional y en la
misma capital, Liga Deportiva y Deportivo
Quito.
Una vez asumido el cargo,
Draskovic, con una obsesión estoica, se dispuso recorrer el país, metiéndose en
los barrios más depauperados con remedos de cancha, donde corría el hambre tras
los sueños. A bordo de un pequeño Fiat Uno que le había asignado la Federación,
acomodaba con dificultad su corpulencia y se andaba como peregrino, buscando la
identidad del jugador ecuatoriano.
Llegaba donde nadie lo esperaba y se confundía con los chicos, convivía
dos y tres semanas en comunidades relegadas y se iba cargando de los elementos
que le permitirían concebir un plan emancipador.
Draskovic estaba emocionado
con aquella experiencia y sorprendido con las dotes de los muchachos humildes
de piel negra. Llegaría a una
conclusión: el jugador ecuatoriano, por
su contextura, resistencia física y explosión en movimiento, debe ser un
atleta. Y entonces, arrancó todo ese proceso que entregaría sus primeros frutos
con el cuarto lugar en la Copa América de 1983 y que usufructuarían años más
tarde los colombianos Francisco Maturana, Hernán Bolillo Gómez, Luis Fernando
Suárez y por estos días Reynaldo Rueda.
Ecuador acudiría a la primera
la cita ecuménica en Japón Corea 2002 con el inefable “Bolillo” y a Alemania
2006 con la batuta de Suárez, trascendiendo a los octavos de final. En esa
negrada maravillosa que había forjado Drakovic estaban, entre otros, Agustín Delgado, Iván Hurtado, Luis
Capurro, Ulises de La Cruz, Edison
Méndez, Marlon Ayoví, Carlos Tenorio, Cristian Benítez y el exquisito Antonio
Valencia figura actual del Manchester. El único excepcional punto blanco en aquel
quiebre histórico era el rubio Alex
Aguinaga, un volante genial, lleno de sutilezas que se cansó de meter pelotas
para aquellos hombres de ébano.
Es imposible no reconocer en
Draskovic, como en su ayudante ya fallecido Dragan Miranovic, haber encausado
al fútbol ecuatoriano hasta el status que hoy goza y que le ha valido
convertirse en una de las realidades más reveladoras de Suramérica. Tanto como
su selección nacional, los clubes profesionales han consolidado su prestigio,
ganando eventos de renombre continental.
Liga Deportiva ha sido
campeón de Copa Libertadores de América en 2008, Recopa 2009 y 2010 y Copa
Sudamericana 2009. Barcelona de Guayaquil fue finalista en 1990 y 1998 en la
Copa Libertadores. Dueños de sus propios estadios, verdaderos colosos como La
Casa Blanca en Quito y el Monumental de Guayaquil, enseñan la relevancia de sus
organizaciones, paradigma para el resto que no se queda atrás. Cuatro equipos
ecuatorianos trascendieron a octavos de final de la Copa Sudamericana 2012:
Barcelona, Emelec, Liga de Loja y Deportivo Quito.
A estos antecedentes se
enfrentará Venezuela en Puerto La Cruz este martes 16 de octubre. Una batalla
en la que, vencer para la Vinotinto, es algo más que un asunto futbolístico.
Twitter: @cdicksonp
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