lunes, 11 de abril de 2011

Las verdades del fútbol


Convicción es el término. El otro es apuesta. El primero está relacionado con la confianza y la fe en el resultado final, a partir de elementos estructurales sólidos, trabajo y dedicación. El segundo tiene que ver con el camino más corto para alcanzar el objetivo, sujeto a muchas variables y al azar fundamentalmente, con tendencia al logro efímero, fugaz.
La convicción deja huella como la impronta de un Barsa que cocinó un proyecto y una filosofía hace muchos años, para convertirse en lo que es hoy, de la mano Guardiola -antes lo fue de Rijkaard-, intérprete cabal de unos ideales bien claros. Se impone   el talento y las artes casi prestidigitadoras de los jugadores para desentrañar los vericuetos del juego, con más cerebro que físico. Y, por sobre todo, la creencia en la cantera como bujía de esa empresa que vuelve al fútbol al sabor del  potrero, a la insolencia y al atrevimiento.
Richard Páez la tuvo en su periplo como seleccionador de Venezuela. Desterró los fantasmas de la impotencia, penetró en la psique del jugador criollo y le hizo creer en sí mismo, soportar y domar sus limitaciones para revolverse en ellas y salir airoso. Un camino trazado contra todo pronóstico, cuando  parecía que un nuevo siglo nos iba volver a atropellar, a seguir sumiéndonos en el ostracismo y la burla. “El fútbol venezolano es un chiste”, apuntó Joao Saldanha, el periodista brasileño que osó ser técnico en un espabilar del “scratch” del 70.
En Colombia fue Pacho Maturana y en Ecuador Dusan Draskovic y “Bolillo” Gómez, que repensaron ambas realidades a partir de elementos bien peculiares de la idiosincrasia. Cómo abordar el cambio en cada contexto, sembrar una noción de identidad y conciencia en el trabajo. Quedó la marca y la escuela, aunque no siempre se dieron los relevos a tiempo, para aquellas camadas brillantes que anunciaron  una nueva era..
Está el Caracas FC. A pesar de San Vicente, se montó en su vagón de la renovación, frenteó las voces más agoreras y le dio mando al impertérrito Bencomo. Tuvo la convicción en que podría librarse de sus temores y equilibró su balanza de pagos, soltando a sus potros. Esos que hoy, lo tienen por enésima vez como protagonista del torneo y en la Libertadores a un tris de la segunda fase,  después de la gesta en Chile. Todo será ganancia, así se estrelle ante el linajudo Vélez.   
Qué decir del Chuy Vera y su Zamora que encanta. Cómo no parangonarlo con su paisano Richard Páez o dejar de creer que es el futurible con más crédito para la Vinotinto. Haciendo fortaleza de la crisis fuera de la cancha, para enseñarnos que la pelota bien jugada es más aliciente que un cheque a tiempo. Porque los “reales” algún día aparecen y después no hay tiempo para volverse poetas en medio de las urgencias. Este equipo ha sido la quinta pata de la mesa, en la que anunciaban, antes de tiempo, sentarse a compartir el banquete los duros de la partida.   
Por supuesto, Mineros, uno de ellos. Más que convicción para ser campeón, ha sido una apuesta, vía generoso presupuesto, que pretende revertir  una historia esquiva desde aquel 88-89, remota referencia de su única estrella. El anuncio de esta pretensión ya no tiene la firmeza del comienzo del campeonato y ahora queda  pescar en el río revuelto del octogonal previsto por cupos a la Copa Sudamericana, como meta más asequible.
La conquista del título no puede convertirse en un quimera, sino en la posibilidad de repensar el futuro de un club que tiene un extraordinario arraigo,  con unos aficionados que pueblan de manera multitudinaria los escaños del Cachamay. Un club que podría jactarse de contar con  la cantera más prodigiosa del país, sin tiempo para mostrarse en esta era Maldonado.
El fútbol se encargará de enrostrarnos sus verdades si perdemos la oportunidad de montarnos en el tren de la historia. Es hora de creer que hay un camino, quizás más largo, económico y seguro, para alcanzar los objetivos.  La segunda estrella llegará por añadidura.

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