lunes, 17 de diciembre de 2012

¿A qué viene Richard Páez?

El retorno de Richard Páez al fútbol venezolano es todo un acontecimiento. La firma con Mineros de Guayana constituye el hito más impactante del torneo que arranca en enero,  con un concurrente saldo de víctimas y expectativas no satisfechas. Cisma en varios clubes, incluso en aquellos a los que en apariencia les había ido de película como al Anzoátegui, as del Apertura. Nada mejor se podía esperar en los que divisan un horizonte de dificultades deportivas y económicas.
Que Páez, el gran gestor del germen Vinotinto, esté pisando las canchas nuestras, despierta un morbo inevitable en todos los contextos. De entrada, el anuncio de venir por “cosas grandes”, es una advertencia para el resto y en particular para el club que lo motivó a romper ese ostracismo al que se había sometido, después de dejar el cargo de seleccionador y colocarse en la carpeta de clubes del exterior.
Llega Richard a un equipo que quiere ser club, al que pretende marcar con su influencia en todos sus estamentos. Treinta y un años para una sola estrella remiten  a una historia en la que han dejado de hacerse muchas cosas. Habría que comenzar por la forma cómo se ha desperdiciado el talento de los jugadores de Guayana y los recursos económicos que de un tiempo para acá, han servido para vender ilusiones. Si no es Richard Páez, quién entonces puede sacar a Mineros de Guayana de esa letanía reiterada de cada final de temporada.
 Muchos se atreven a afirmar que llegó la segunda estrella, esa que aquellos díscolos pero extraordinarios actores, le dieron una vez al sur emergente. Aquel equipo con tipos como Stalin Rivas, Enrique Samuel, Pedro Hernández, Enrique Yantis,  Cheo Gómez, Eustorgio Sánchez  y Freites como estandartes de la zona,  con el agregado de Jhonny Castellanos, Emilio Sarmiento, Maximo Reyes, Zica, Tovinho, René Torres, Julio Quintero, a quienes el técnico uruguayo Alfredo López, podía controlar sólo cuando los tenía a la vista en un rectángulo de fútbol.
Qué pasó para que no se dieran más generaciones ganadoras y quedaran insustituibles en la idolatría de los aficionados y en la retina de todo el país, aquellos herederos de la casta sureña, que obligaron al país a mirar hacía esta geografía. Muchos hechos concatenados ocurrieron para que Mineros se convirtiera un equipo golondrino, hecho a retazos, armado para vender humo, desperdiciando la bendición de un aporte oficial, que bien encaminado hubiese servido para edificar una casa negriazul fuerte, sólida, con patrimonio y futuro.
Fueron “Cari Cari” Noriega y Alexis “Pelecito” García los dos últimos grandes talentos que surgieron de Mineros de Guayana, hace más de dos lustros. Excluyo el accidente generoso del deltano Machis –hoy en el Granada español- , obligado a entrar como norma sub-20, asimilado  tiempo después de haberle pintado la cara a una selección juvenil de Bolívar. Y a Richard no hay que pedirle que crea, sabido es su criterio acerca de los jugadores de nuestra región, a quienes más que cultivarle técnica y habilidad, habrá que sembrarles la mente y generarles oportunidades.
El fútbol venezolano, tanto o  más que Mineros,  celebra la vuelta de Richard Páez. El país no ha olvidado lo bueno que hizo dentro y fuera. Por supuesto, los contrarios van a querer arrancarle la cabeza a sus tácticas y planteamientos dentro de la cancha.
La fanaticada negriazul  tanto como otra estrella en el escudo, aspira echarse en hombros a esos muchachos amoldados por el médico merideño,  que como aquellos de la historia feliz, quieren hacer volver las candilejas de ese fútbol atildado, pícaro y encarador que viene desde los tiempos remotos de la cuna callaoense.
Carlos Dickson Pérez

luchadorsport@yahoo.com
Twitter: @cdicksonp
  

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