Que Páez, el gran gestor del
germen Vinotinto, esté pisando las canchas nuestras, despierta un morbo
inevitable en todos los contextos. De entrada, el anuncio de venir por “cosas
grandes”, es una advertencia para el resto y en particular para el club que lo
motivó a romper ese ostracismo al que se había sometido, después de dejar el
cargo de seleccionador y colocarse en la carpeta de clubes del exterior.
Llega Richard a un equipo
que quiere ser club, al que pretende marcar con su influencia en todos sus
estamentos. Treinta y un años para una sola estrella remiten a una historia en la que han dejado de
hacerse muchas cosas. Habría que comenzar por la forma cómo se ha desperdiciado
el talento de los jugadores de Guayana y los recursos económicos que de un
tiempo para acá, han servido para vender ilusiones. Si no es Richard Páez,
quién entonces puede sacar a Mineros de Guayana de esa letanía reiterada de
cada final de temporada.
Muchos se atreven a afirmar que llegó la
segunda estrella, esa que aquellos díscolos pero extraordinarios actores, le
dieron una vez al sur emergente. Aquel equipo con tipos como Stalin Rivas,
Enrique Samuel, Pedro Hernández, Enrique Yantis, Cheo Gómez, Eustorgio Sánchez y Freites como estandartes de la zona, con el agregado de Jhonny Castellanos, Emilio Sarmiento,
Maximo Reyes, Zica, Tovinho, René Torres, Julio Quintero, a quienes el técnico
uruguayo Alfredo López, podía controlar sólo cuando los tenía a la vista en un
rectángulo de fútbol.
Qué pasó para que no se
dieran más generaciones ganadoras y quedaran insustituibles en la idolatría de
los aficionados y en la retina de todo el país, aquellos herederos de la casta
sureña, que obligaron al país a mirar hacía esta geografía. Muchos hechos
concatenados ocurrieron para que Mineros se convirtiera un equipo golondrino,
hecho a retazos, armado para vender humo, desperdiciando la bendición de un
aporte oficial, que bien encaminado hubiese servido para edificar una casa
negriazul fuerte, sólida, con patrimonio y futuro.
Fueron “Cari Cari” Noriega y
Alexis “Pelecito” García los dos últimos grandes talentos que surgieron de
Mineros de Guayana, hace más de dos lustros. Excluyo el accidente generoso del
deltano Machis –hoy en el Granada español- , obligado a entrar como norma
sub-20, asimilado tiempo después de
haberle pintado la cara a una selección juvenil de Bolívar. Y a Richard no hay
que pedirle que crea, sabido es su criterio acerca de los jugadores de nuestra
región, a quienes más que cultivarle técnica y habilidad, habrá que sembrarles
la mente y generarles oportunidades.
El fútbol venezolano, tanto
o más que Mineros, celebra la vuelta de Richard Páez. El país no
ha olvidado lo bueno que hizo dentro y fuera. Por supuesto, los contrarios van
a querer arrancarle la cabeza a sus tácticas y planteamientos dentro de la
cancha.
La fanaticada negriazul tanto como otra estrella en el escudo, aspira
echarse en hombros a esos muchachos amoldados por el médico merideño, que como aquellos de la historia feliz, quieren
hacer volver las candilejas de ese fútbol atildado, pícaro y encarador que
viene desde los tiempos remotos de la cuna callaoense.
Carlos Dickson Pérez
Carlos Dickson Pérez
luchadorsport@yahoo.com
Twitter: @cdicksonp
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