domingo, 6 de enero de 2013

Fútbol de Fin de Mundo


Mientras el país se paraliza por estos días, como ningún otro en la tierra,  para dar paso al extendido solaz y a esperar que las premoniciones mayas del fin de los tiempos lo tomara sabrosamente sometido a la juerga vacacional y al resabio de las hallacas y los alcoholes, el fútbol trabajaba.
Ese balompié venezolano, otrora relajado, se sometía al estrés muscular de las pretemporadas y generaba abundancia informativa en una época en la que sólo los pragmáticos ingleses, incólumes y severos, programan partidos el 1 de enero y la vida en el Reino Unido sigue como si nada.
No quedaba otra,  cuando se avizora una etapa crucial que arranca la tercera semana del año y que está plena de novedades, buenas nuevas y otras no tanto. Las que hablan de cambios de norte, felices retornos y expectativas por un lado. Las que seguirán siendo las mismas, cargadas de incertidumbres y apremios de vieja y nueva data.
Nuestro fútbol ahora no duerme. Aquellas cuatro vueltas al campo antes de comenzar la zafra, ya no existen más. Todo el mundo se pone el overol y apuesta con lo mucho o lo poco que tiene. Hasta la tercera división anuncia los rigores de la preparación. Nadie te va a pasar por encima con sus chequeras y nombres. El sufrimiento está garantizado para los vencedores.
El mercado se movió con gusto. Volvió Richard Páez a la palestra traído por Mineros, que también reinsertó al guaireño Richard Blanco desde Chile y anotó al revulsivo Chourio. Táchira se enganchó con el clan Farías y las más preciadas perlas de un Anzoátegui que se reinventará a partir del mando del “Teto” Betancourt y la savia oriental.  Caracas, siempre consecuente,  sigue fiel a sus principios y filosofía con Bencomo.  Lara arriesga con su propia gente la línea que marcó el explosivo Saragó. Zamora aborda con firmeza el proyecto San Vicente. Aragua quiere ser un chocolate espeso.
El resto se las arregla con dignidad y sin la copiosa chequera oficial que financia nóminas ostentosas, fuera del contexto económico de un fútbol que sigue saltando el ABC en sus conceptos estructurales. Pero con todo,  hay ganancia como la de esa generación Sub-20 que a partir del próximo 12 de enero nos motiva con otra posibilidad mundialista en las eliminatorias suramericanas en Argentina. La sub-17 de Rafa Dudamel tiene futuro. Y, por supuesto, con el entusiasmo y la certeza que vende Farías para que de una  vez por todas estemos en la gran cita Brasil 2014. Hay que comprarle al César.
Con todo el rebullicio de lo que viene, casi sin darnos cuenta se fue a Colombia el Riquelme venezolano. El único movimiento migratorio interesante se ha dado con Wiswel Isea, ese gordito que maneja el rigor de los tiempos y la coloca donde duele para que los demás cobren. Pregúntele a Richard Banco. Isea, un jugador de otro fútbol no siempre apreciado en nuestro contexto. Un pasador insigne, milimétrico,  que si se dedica en serio, va a regar clase entre los cachacos.
Esperemos una temporada feliz en un  año crucial para el fútbol venezolano. Que sigamos creciendo todos, entrenadores, jugadores, directivos y afición. Que el periodismo, al que muchos quieren ponerle muros y púas, no parezca un intruso sino un aliado en este momento en que pocos recuerdan las batallas que libramos los que defendemos esto, para lograr espacios y reconocimiento, cuando muchos se comían los mocos.  No es posible que hayamos hecho célebres a los cuervos.
Twitter: @megasportradio

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