Una nueva temporada de la
pelota se acerca y con ella toda esa atmósfera que impregna la vida del
venezolano. Han pasado muchos lustros y el béisbol es y seguirá convertido, en el deporte favorito en este país, a despecho
de quienes somos del fútbol. Parte de la
cultura deportiva norteamericana, traída
a finales del siglo 19 por estudiantes venezolanos que hacían carrera en los
Estados Unidos, y luego los campos
petroleros, cimentaron lo que es una auténtica pasión, sustentada en
rivalidades como la del Caracas-Magallanes y, sin duda, la ruptura de ese hilo
protagónico en los últimos tiempos por
el equipo de Aragua. De vez en cuando, Lara, Zulia y Caribes se acuerdan
de ganar.
Qué ha ocurrido para que el
béisbol siga teniendo la preferencia de los venezolanos y que parezca
indestronable por el fútbol, una actividad que pudiera cuadriplicarlo en número
de practicantes y le saca una morena en clubes aficionados y profesionales.
A pesar de ser un deporte atemporal, sin
precisión cronométrica, complejo en sus
reglas e inexplicable para los neófitos que no entienden que el juego “termina
cuando se acaba” y que en el último inning está la posibilidad revertir un
resultado por más apabullante que sea, sigue siendo el rey.
En el imaginario colectivo,
el béisbol es una fiesta que año tras año se aparece y que en apenas tres meses
largos, pinta de colores la vida de los venezolanos, que comparten alegrías y frustraciones al
calor de animadas controversias en la calle, en las factorías y en las
oficinas, cuando no en torno a unas cervezas bien frías, que en vez de alterar los ánimos los dejan al
final exhaustos, abrazados como panas y prometiendo “revancha” para la próxima.
Una cultura matizada y reforzada por los reportes de las
aventuras, gestas, sueños y también
deslices de esos muchachos que forjan su futuro en el más exigente escenario de
las Grandes Ligas, que los hace trascender, cuando son buenos, al estrado de
los mitos y leyendas.
La constitución del béisbol
en materia de consumo masivo, está también soportada en su organización monolítica,
cerrada y hasta exclusivista, que se ha cuidado mucho de protegerse de las
presiones políticas en todos los tiempos y
de los advenedizos que han
pretendido incursionar, con veladas intenciones, en un negocio
bien manejado por gente con
tradición y una gerencia consustanciada con un espectáculo cada vez más lucido,
emotivo y detallista. Los dirigentes del béisbol parecen ministros cada vez que
coinciden en esas convenciones cacherosas, en la que asumen posiciones de
consenso y van como un solo frente y, entonces sí, de forma política, a
resolver sus dólares Cadivi, sus patrocinios y peticiones al alto gobierno para
que no les enreden la vida con la nueva
Ley del Deporte.
Después está, por supuesto,
el aparataje de los medios alrededor del béisbol venezolano. Un deporte en el
que el despliegue diario, la vida de los ídolos y la minuciosa estadística,
cargada de una numerología astronómica, hace que sus voces y plumas adquieran rango de
científicos capaces de inducirnos a creer que después del béisbol no hay nada
más arrecho en el mundo. El que hace béisbol en la radio, prensa o televisión,
es porque sabe, so pena de someterse al escarnio público y al juicio implacable
de unos aficionados que pueden saber mucho más.
¿Ocurrirá en el fútbol o en
otros deportes lo mismo?. De todas maneras, un irreverente letrero en una tasca
tradicional de Puerto Ordaz, “La Posada de Chiquito”, advierte a los clientes:
“Prohibido hablar de fútbol sin saber”.
Así es el béisbol venezolano
como lo fue la hípica en su momento de esplendor. Uno, que muere por el fútbol tiene que reconocerlo.
Y revelar que, alguna vez en una
inesperada guardia periodística, dejé claro
mi ignorancia por ese mundo, al que debí pertenecer con propiedad y sangre, a
no ser por una ruptura familiar. Puse que Lester Straker era gringo; imagínense, el lanzador de Ciudad
Bolívar. Ya saben lo que pasó, con este hijo de una de las glorías del béisbol
venezolano, Salón de la Fama del Deporte Zuliano, Carlos Dickson Bell.
carlosdpblog@gmail.com
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