“Gato” es la expresión que
utilizan los brasileños para denominar
al jugador que altera su edad real para inscribirse en una categoría menor, por
aquello de “meter gato por liebre”. Una práctica bochornosa, criminal, que es
tan grave como doparse en el deporte. Más aberrante cuando existe usurpación de
identidad y cambio del lugar de nacimiento.
En tiempos de modernidad y la informática que puede revelar el histórico
de cualquier persona y mucho más de un atleta que cuenta con una trayectoria
desde sus primeras apariciones, es difícil creer que esto siga siendo una
práctica de oscuros personajes, empresarios, dirigentes, entrenadores, padres de familia incluso y del
mismo atleta implicado cuando tiene uso de razón.
Pero sigue ocurriendo sin que las consecuencias vayan más allá de un
extrañamiento del deporte, exposición pública al escarnio, cuando deberían ser
execrados de por vida y pagar con cárcel lo que configura un delito grave a
todas luces en cualquier parte del mundo.
Una denuncia de la Federación Ecuatoriana dejó en evidencia al jugador
Max Barrios de la selección peruana en el Torneo Sub-20 de Argentina. Ni se
llama Max ni tenía la edad reglamentaria y para remate parece que no nació en
Perú. Los incas superaron la fase
definitoria valiéndose de esta irregularidad, aunque el jugador fue
desincorporado sin que se tomaran acciones contra un combinado que debió ser expulsado y suspendido por una próxima
eliminatoria de la categoría. Nada podrá resarcir, por ejemplo, a Venezuela que
estaba en el mismo grupo.
Los gatos van a seguir existiendo en el deporte. Siempre habrá alguna
mente dispuesta a sacar ventaja de las faltas de fiscalización de los datos
certeros de los atletas. En el fútbol se ha intentado erradicar este flagelo y
existen antecedentes con selecciones nacionales y equipos que han recibido
reprimendas de parte de los órganos rectores, pero no hay preso.
El béisbol y sus academias en el Caribe ha generado alarmas por la
tracalería de hacer aparecer a supuestos adolescentes como prospectos para
cobrar millonarios bonos de los equipos de las Grandes Ligas. República
Dominicana y Venezuela están en la mira, y ya son varias las denuncias que han
encontrado asidero.
En el fútbol mundial, los países
africanos siempre han dejado dudas respecto a la edad de sus jugadores y se han
dado comprobaciones terribles. México cuenta con un triste episodio en el
famoso caso de los “cachirules” juveniles en 1988, con una suspensión de dos años que le impidió
participar en el Mundial Italia 90.
El fútbol venezolano ha tenido
sus gatos. Sin querer armar alharaca y solamente para golpear en la conciencia
de quienes de manera antiética a través de los tiempos han recurrido a la
falsificación de los registros de los jugadores, tenemos un caso para nuestro
insólito universo. Un famoso y consecuente goleador de los años 80, jugó con un nombre falso y morirá con él. Han
sido varios los descubrimientos cuando se ha requerido tramitar pasaportes para
competencias internacionales, encontrándose que el nombre verdadero era otro.
La vecindad con Colombia igualmente se ha prestado para algunos desafueros.
Compadezcámonos de los delincuentes, porque el fútbol es tan lindo que
el perdón puede ser más terrible que la culpa.
luchadorsport@yahoo.com
Twitter: @megasportradio
No hay comentarios:
Publicar un comentario