sábado, 12 de marzo de 2011

Dinero Limpio en el futbol

El dinero limpio en el futbol es aquel que tiene como soporte un origen justificado.  No en balde, es preocupación de los gobiernos de casi todos los países,  hacerle seguimiento a las inversiones en el deporte. La manera cómo se sostienen las organizaciones que fomentan la actividad rentada, suele ser punto de controversia. Los mismos entes que rigen determinadas disciplinas mantienen una especie de código ético, en el que cada integrante o club debe dejar claro cómo se mantiene y sustenta su existencia y proyectos.
La mejor forma de darle cuerpo a una organización deportiva que promueva deporte de alta competencia profesional, es la constitución de sociedades deportivas abiertas,  con la participación de personas del común, desde las más humildes hasta aquellas que detentan fortunas y se consideran mecenas, capaces de detentar un poder accionario siempre mayor. 
Sin embargo, el mecenazgo, que no es malo, es parte del problema. Las sociedades deportivas son por antonomasia corporaciones de interés público, en las que converge una gran diversidad de factores. La pretensión de acaparar un club y obrar de manera autocrática, reñirá con la proyección de una imagen de hacienda colectiva, en la que se intenta inyectar a toda una comunidad o región, el sentido de pertenencia de una franquicia o divisa. El solo hecho de adquirir una entrada para acudir el estadio, es parte de esa comunión y ese rito casi religioso de apostarse en las tribunas, desplazando otras prioridades familiares.
La constitución de las organizaciones que rigen el estamento rentado, sigue preñada de vicios,  fundamentalmente por la falta de vigencia en el tiempo. Las estructuras de los clubes venezolanos están muy lejos de esos ideales, comenzando porque casi ninguno  tiene  el control de las variables básicas de ejercicio administrativo y deportivo. Ni siquiera el Caracas Futbol Club paradigma del fútbol nacional.
Pese a su mejor intención  de parecerse a un club serio   y haber marcado ciertamente una pauta en lo estructural, los avileños tienen que aceptar su impotencia a la hora de disponer de un escenario de competencia medianamente apto, como el nunca bien administrado estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria. Los saurios podrán hacer lo que quieran, tener gestas heroicas, brindar exhibiciones brillantes como en esta Copa Libertadores,  pero deben calarse la descalificación  de la crítica internacional,  cada vez que ponen una cámara en ese potrero donde juegan.
Vemos cómo se diluye esa apariencia de equipo sólido en el contexto suramericano, cuando modestos clubes de Bolivia, Perú, Brasil y Europa, le llevan una morena patrimonial en infraestructura y recursos humanos. De todas maneras, hay que abonarle su seriedad como organización,  aunque en estos últimos tiempos dejen la impresión de un conformismo  preocupante para asumir un salto cualitativo, desde la desaparición de su gran gestor Guillermo Valentiner. En la Cota 905 va a costar pasar de una durísima cancha artificial, que con toda y sus deficiencias, le ha valido para ser protagonista de primer orden en los últimos 20 años. 
El tema es hacia dónde va el resto de los clubes venezolanos, muchos de ellos con una modalidad de financiamiento oficial de gobernaciones y alcaldías, que enmascara la incapacidad de construir sociedades deportivas, que respondan al interés colectivo y a la posibilidad de generar las transformaciones necesarias para salir del tercermundismo futbolístico.  Es acaso dinero limpio el que procede de esa fuente de ingreso, tratándose de recursos prioritarios para la población en otras áreas como seguridad, hospitales, vialidad, etc.
La única manera de legitimar esos aportes, siempre discrecionales, es darle un sentido de permanencia a esos recursos, diluidos principalmente en honorarios de jugadores y a una estructura burocrática. Es un llamado a   aprovechar esta buena coyuntura que hace afín al futbol a los mandatarios regionales, para sentar las bases de proyectos que permitan darle soporte en el tiempo a las organizaciones. Crear centros de entrenamientos,  dotados con  todos aditamentos técnicos y científicos, abriendo un ancho espacio al futuro de la cantera y por extensión de la selección nacional. 
Desde las gobernaciones y alcaldías, oxígeno de varios equipos, debería fomentarse, comenzando con sus funcionarios, la creación de sociedades sin ánimo de lucro o sociedades anónimas, en las que tanto el pueblo llano como los más pudientes, puedan adquirir acciones, siendo partícipes de las decisiones de sus equipos. Esta, no cabe duda, será la mejor manera de  garantizar la entrada de dinero “limpio” y clubes perdurables.

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